EL POZO DE LOS DESEOS REPRIMIDOSÁlvaro Cueva
Divino, el final de Por ella soy… Eva, la famosa telenovela nocturna de El Canal de las Estrellas, estuvo divino.
¿Por qué? Porque cumplió con todos los requisitos de esta clase de emisiones, porque estuvo perfectamente bien hecho y escrito, porque tuvo actuaciones excepcionales, porque nos movió el corazón y porque nos puso a pensar.
¿Qué es Por ella soy… Eva? La versión mexicana de una famosa obra colombiana, que pasaba de lunes a viernes, alrededor de las 20:15, por XEW-TV. Terminó con una transmisión especial el domingo pasado.
¿De qué trataba? Era la historia de amor imposible entre un hombre que se tuvo que hacer pasar por muerto y usurpar la identidad de una mujer, para alcanzar la justicia y el amor.
¿Cuál era su gracia? Que no es común, en telenovela, ver a hombres interpretando mujeres y que esto se presta para cualquier cantidad de comentarios y para el lucimiento de los actores que obtienen esos papeles.
En este caso, de Jaime Camil, quien nos regaló una Eva espléndida, deliciosa, entrañable, divertida y populachera.
¿A qué me refiero cuando le digo que esta producción de la gran Rosy Ocampo cumplió con todos los requisitos?
A que, más allá de su éxito comercial y de popularidad, tuvo lo que todo buen melodrama mexicano del siglo XXI debe tener: amor, humor, acción, música, estridencias y mensajes sociales.
Sí es muy importante que aclaremos esto porque luego, en las redes sociales, me encuentro con muchos televidentes que desprecian las telenovelas porque no son cine de arte.
¡Pues no! ¡No son cine de arte! Son telenovelas y ésta, para ser solo eso, una común y corriente telenovela a la mexicana, me pareció genial.
¿Por qué le digo que este desenlace estuvo perfectamente bien hecho y escrito?
Porque redondeó con maestría el planteamiento dramático que se presentó al inicio de esta producción y porque, a diferencia de otras emisiones que conforme avanzan en capítulos se van desmembrando y empobreciendo, ésta siempre se sostuvo.
La misma calidad que usted y yo vimos en el capítulo del domingo fue la que vimos en el uno, en el 50 y en el 100. Esto no lo puede decir cualquiera.
¿Entonces por qué cuando inició Por ella soy… Eva me atreví a hacerle una crítica negativa?
Porque era desquiciante ver todo ese machismo en pantalla, porque parecía una burla. Afortunadamente todo era parte de un plan para despertar en nosotros esa furia y convertirla, con el paso de los días, en la joyita que usted y yo nos chutamos durante tantos meses.
¿Qué le trato de decir cuando le señalo que vimos actuaciones extraordinarias?
A que prácticamente todos los actores que participaron en este proyecto nos obsequiaron interpretaciones que no tuvieron nada que ver con lo que habían hecho antes.
Deje usted Lucero y Jaime Camil, deliciosos, ¿qué me dice de Helena Rojo (Eugenia), de Leticia Perdigón (Silvia) o de Patricia Navidad (Mimí)? ¿No es como para ir a darles un beso?
¿Y qué opina de Carlos de la Mota (Santiago), Pablo Valentín (Fernando) o el maravilloso Manuel Ojeda (Eduardo)?
De cada uno le podría escribir una columna completa sin olvidar a Christina Pastor (Antonia) o a esos villanazos adorados Marcelo Córdoba (Plutarco) y Mariana Seoane (Rebeca).
Sí, yo sé que elogiar a figuras como Tiaré Scanda (Marcela) y Jesús Ochoa (Adriano) se ve bien, pero es que aquí todos estuvieron bien y se me hace muy injusto que todo acabe siempre con los mismos nombres.
¿En qué me baso para decirle que Por ella soy… Eva nos movió el corazón?
¿A usted no se le partió el alma con el mensaje de despedida de Eva (Jaime Camil) en ese foro inmenso, pero desierto, provocándonos una carcajada pero, paralelamente, haciéndonos llorar?
Fue como perder a una amiga. En eso me baso. Y sí, sí nos hizo pensar.
¿En qué? En la importancia del amor y el respeto. Por ella soy… Eva es una oda a la defensa de los derechos humanos, al combate al bullying y a todos esos temas que tanto nos han estado preocupando en los últimos años.
En una primera lectura trata sobre el machismo, pero si nos metemos a fondo vamos a encontrar que, a lo largo de sus capítulos, trata del clasismo, del racismo y hasta del desprecio a los gordos.
Y lo hace bien, convenciéndonos de que todos valemos lo mismo y que urge que vayamos más allá de las apariencias, que aprendamos a ver la belleza interna de cada persona, incluso de nosotros mismos.
Qué bonita experiencia, qué bonito final y qué bien que sus responsables nos tuvieron al filo del asiento con cuestiones que si no se hubieran abordado, se hubieran prestado para malas interpretaciones como los delitos en los que incurrió el protagonista de esta historia al hacerse pasar por muerto y suplantar una identidad.
¡Felicidades, Rosy, así se hace! ¡Felicidades, señores, qué gusto haber visto Por ella soy… Eva! ¿A poco no?
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